domingo, 22 de junio de 2014

“Un pedacito de cielo.”

NekoTime: Holi-holi~♥. Éste es un songfic del ánime y manga One Piece. La pareja será DoflamingoxCrocodile/Dofladile. Les dejo el link del vídeo, está subtitulado en inglés y español. Escúchenlo mientras leen, apuesto que les encantará. xD A la letra le estuve haciendo unas modificaciones porque no me convencía pero la tomé de letras traducidas o algo así, doy los créditos porque nada es mío, los personajes son del gran Eiichiro Oda-tama; sólo el fic chafis que me salió de pronto. x'DD Y bueno... Disfrútenlo. ¡Por cierto!, próximamente un songfic Senjucest (HashiramaxTobirama) y un KakaYama (KakashixYamato). Espero que les gusten. :3 Bye-by~♥♥.


Canción: A little piece of heaven.
Banda: Avenged Sevenfold.








“Antes de que la historia comience,
¿es una especie de pecado para mí el tomar lo que es mío,
hasta el final?.” 




Ya llevaban tiempo de aquella manera, sus encuentros no eran nada más que para tener sexo salvaje, tal como las bestias. Y es que el mingo era insaciable, jamás se cansaba de acosar al wani y éste siempre le recibía con insultos, porque nunca en su vida, aceptaría que de cierta forma, el rubio le volvía loco y que se había convertido como en un tipo de costumbre para él. Y el rubio siempre terminaba haciéndole heridas de más mientras follaban.


Y serían estúpidos el negar que era algo único lo que tenían entre ellos, incluyendo golpes, peleas, torturas, juegos sexuales y de más, era algo que sólo ellos entenderían y aunque no se dijesen cosas pegajosas como el resto de la gente -vamos, que éstos tíos son wilos y orgullosos -rubio y azabache correspondientemente-, se necesitaban. No es que ninguno no haya pensado ya en llevar más allá su "relación", no lo negarían pero tampoco se atrevían a dar lo que se dice "el primer paso". Uno, porque era el orgullo encarnado en un Pirata. Y el otro, porque sabía como era su amante, y por eso el rubio tenía planeado llevar más allá su aventura, él quería al azabache sólo para él, nadie más lo tocaría, nadie más lo miraría ni le hablaría. Crocodile era suyo nada más. Así lo decidió desde que éste negó formar una alianza con él, ¿porqué mierda aceptó aliarse con Shirohige, entonces?, eso le había cabreado y lo llevó a tomar todo lo que era Sir Crocodile. Era un maldito caprichoso.




“Éramos más que amigos antes que la historia terminara,
y tomaré lo que es mío, créelo, crearé lo que Dios nunca pudo diseñar.” 




Doflamingo frecuentaba la casa -temporal- de Crocodile (la cabeza de éste tenía precio), eran ocasionales las veces que iba a divertirse con su más reciente capricho aunque en ocasiones amanecía en su cama, otras veces no era así ya que tenía que volver a Dressrosa para sus asuntos. Crocodile terminaba exhausto además de que siempre amanecía con golpes, cortaduras y sobre todo mordidas por todo su cuerpo, no se quejaría si sólo fuesen unas cuantas pero el mingo siempre se excedía en el momento en el que veía el cuerpo pálido lleno de cicatrices y desnudo, y él por resistirse, le iba mal. Siempre terminaba así, se quejaba sólo para guardar su apariencia de superior y distante -aunque más por orgullo- y eso era lo que al mingo le molestaba porque no tenía idea de qué era él para el mayor, sabiéndose bien que el rubio siempre consigue lo que quiere y si quiere hacer suyo al ex-Shichibukai, sólo había una manera de atarlo por las buenas a él, y sabía lo que debía hacer, lo haría nada más fuera a verle nuevamente.


Esa ocasión el rubio se dirigió a la casa del hombre que poco a poco le fue cautivando a su manera, aunque siempre le visitaba de noche, por primera vez fue a verle cuando aún era de día y ésto realmente le sorprendió al coco, aún cuando su expresión seguía siendo de indiferencia, su boca se había entreabierto y sus ojos enfocaban con interrogante al rubio. Éste simplemente sonreía tal como un zorro, amplio y con astucia; sin duda tramaba algo y eso mejor que nadie lo sabía el hombre de arena. 




“Nuestro amor ha sido tan fuerte durante tanto tiempo,
fuí débil por temor de que algo saliera mal.” 




—Croco-chan~, ¿sabes?, hoy es un día especial~
Canturreó mientras se acercaba al recién mencionado, el cual sólo permaneció en silencio con un habano en su boca, el cual humeaba pues yacía encendido. Le encantaba lo duro que parecía.

—¿Qué? —preguntó—. No tengo tiempo para tus juegos, Doflamingo.
Iba a retirarse de la habitación para ir a beber una copa mientras leía pero el rubio le impidió el paso, guiñando un ojo aunque ésto pasó desapercibido por su amante al traer sus lentes oscuras.

—Estaba pensando que podríamos cambiar un poco la rutina e ir a comer juntos~ —y no mentía por increíble que fuese, no habían segundas intenciones -al menos no negativas-. Iba enserio con lo de la comida pero el azabache no se lo creía, algo raro había ahí, pero, ¿Qué más le quedaba que aceptar?, el rubio no podría robarle nada más, incluso su cuerpo ya era de aquel mingo zorruno, aunque le lastimaba el mero orgullo (lo que hasta ahora, era seguro que le perteneciera, herido pero aún suyo) pensar de aquella forma—. ¿Qué dices, Croco-chan?, salir de aquí no te haría nada mal.
Su mirada viajó por toda la habitación  con una mueca que decía a gritos: "Yo ya me habría muerto de aburrimiento en éste lugar, incluso Dressrosa es mucho más divertida."


Y así fue como, luego de tantas excusas por parte del azabache que gracias a que el rubio ya sabía como hacer que accediera, amenazándolo con cosas humillantes y vergonzosas, convenció al hombre del garfio para que comieran juntos; sabía de lo que el rubio era capaz así que mejor por las buenas o terminarían matándose. Pero eso sólo era el principio y aquella sonrisa de suficiencia y triunfo no se la borraba a nadie de la cara al rubio.


El flamenco había hecho todos los preparativos incluso antes de que le pidiera una "cita" al coco, porque bien cada uno por su parte sabía que aquello era una cita pero que en su puta vida lo aceptaría Crocodile, nunca. Seguramente el mingo sería un caso aparte, a estas alturas, se esperaría cualquier cosa de él.




 “Antes que las posibilidades se hicieran realidad,
las tomé todas de ti.” 




No tardaron mucho en llegar al restaurante que exclusivamente había pedido para ellos solos. Sí, el mingo tenía planeado incluso celebrar ahí cuando todo terminara con un "Sí", porque él jamás escucharía un "No" por respuesta. Él no aceptaba nunca un no y mucho menos tratándose de SU nuevo capricho llamado Crocodile.


El coco se sentó, no sin antes dejarle en las manos su enorme y elegante abrigo al único mesero que les atendería y lo mismo hizo el rubio. Luego se dedicó a observar disimuladamente el lugar, era elegante; ya se habría imaginado un restaurante todo rosado y extravagante como el mingo, pero no era así, era más su estilo. Comenzaba a creer que el rubio se tomaba demasiadas atenciones y automáticamente sonrió; luego inmediatamente negó a sus adentros. Donquixote Doflamingo, aquel rubio y de piel morena, había apoyado su rostro en una de sus manos, comiéndose con la mirada al mayor; jamás se cansaría de ver sus cejas semi-arqueadas hacia arriba, dándole un aspecto intimidante y un deje nostálgico pero atractivo, y luego aquella cicatriz que surcaba su rostro por sobre su nariz, ¿cuántas veces la había relamido, besado y acariciado?... Pues millones de veces nunca serían suficientes, quería hacerlo siempre, a todas horas, cuando él quisiera.


La comida pasó tranquilamente, si acaso paraban de llevarse bocados a la boca para hablar de cosas sin importancia, de como había ido el día, negocios y de más. Claro que, a pesar de su relación, sus negocios los dejaban fuera de ésto, no hablaban de ello y lo mucho que decían o preguntaban era el si iban bien o no. Eso era lo que ambos habían acordado en silencio, porque eran parecidos en ese tipo de cosas, y estaba a toda madre porque ambos terminarían matándose. Alguien que se mete en sus negocios es hombre muerto, sin excepciones. Siempre se repetían: "No quiero matarlo, más le vale comprender que los negocios son una cosa y la vida personal es otra". Así se la llevaban bien -a su manera-. Ambos habían terminado la deliciosa comida y ninguno parecía quejarse, ambos disfrutaron demasiado su cita y no creían necesario retirarse en un rato pues, ¿Qué más daba?, si el restaurante era sólo de ellos en esa ocasión. Un delicioso vino blanco les acompañaba, el cual bebían sin prisa, disfrutando el sabor, sintiéndolo en su boca, el cual se mezcló con sus salivas y ambas al momento en el que el rubio se levantó de su asiento y obligó al mayor a acercarse sosteniéndolo de la nuca, para así, robarle un feroz y ansioso beso.


Ahora iba lo bueno. Todo o todo. El rubio permaneció de pie y con su singular caminar, rodeó la mesa hasta quedar frente al azabache que terminaba de encender un habano y lo llevó a sus labios para dar una calada, y que luego lo miraba con deje curioso; el azabache nunca se imaginó aquello: El rubio había colocado un anillo -sí, otro de los que ya tenía- en la única mano que poseía, incluso tuvo que retirar uno para reemplazarlo con el que él le proponía matrimonio; ese había sido su plan, porque quería que el coco le aceptara por las buenas, como debía ser.
—Cásate conmigo, Croco-chan.




“Me reí casi hasta las lágrimas
(Kuha hahahahahahahaha),
evocando sus miedos más profundos.
(¡Ven aquí, jodida perra!).” 




Incrédulo. Esa era la mejor palabra que describía la mueca del azabache, además de su inmensa sorpresa por las palabras que el mingo se había atrevido a pronunciar, y permaneció así, como en trance un par de minutos; el rubio sólo esperando su respuesta afirmativa. Pero Crocodile no pensaba eso. Elevó su mano, mirando el anillo mientras estallaba en carcajadas, intensas que incluso le hicieron derramar algunas lágrimas y llevar su garfio a su estómago; le dolía de tanto reír. Negó a un shockeado flamenco, dejando caer la argolla de oro cuando su dedo se desmoronó en simple arena, mientras le miraba con burla.
—Ku ha ha ha ha ha ha ha~ Muy mal, Doflamingo.
Continuó riendo tras articular aquellas palabras ásperas a los oídos de Doffy.


Sin duda Doflamingo parecía una estatua, no se movía y la sonrisa en su rostro había desaparecido, siendo reemplazada por su boca semi-abierta por la respuesta tan inesperada por parte del azabache, no podía moverse ni decir nada. El silencio inundó el lugar por varios minutos, pues hacía ya rato el mesero y los cocineros se habían retirado a petición del rubio, así que sólo quedaban ellos dos. El azabache no dejó de mirarle con una enorme sonrisa en su rostro y luego de un momento, el rubio que ya había reaccionado, se le veía envuelto en ira. Se sentía humillado, se sentía traicionado, se sentía... Dolido. Pero estaba bien, si no le tenía por las buenas, le tendría por las malas.




“Debí haberla apuñalado unas cincuenta jodidas veces,
no puedo creerlo.” 




Si bien Crocodile era muy poderoso, incluso podría aguantarle el ritmo pero no, ésta vez no. Esta vez era diferente, él iba en serio, además de que le tomó por sorpresa, y que no dejaría irle así como así. Usó la habilidad de su Ito-Ito no mi y lo inmovilizó, incluso antes de que se diera cuenta, le había apuñalado con un cuchillo; incluso para su habilidad para convertirse en arena, había sido demasiado tarde. Y ante la primera puñalada, vinieron muchas más, hasta que el rubio terminó sin aliento y la vida del azabache poco a poco iba abandonando su cuerpo.


Sus manos estaban llenas de sangre entremezclada con la propia, incluso se había cortado por la fuerza que había empleado para silenciar a su coco, su rostro también tenía pequeñas gotas de aquella sangre tan deseable por él, las cuales relamió, al menos las que alcanzaba con su lengua; aquello no le quitaba la inmensa felicidad que sentía, ¡por fin tendría a Crocodile sólo para él!. Y le miró, tirado y lleno de sangre en lo que era su estómago y mano, parecía que estaba durmiendo, se le veía tan tranquilo y bello.


“Rasgué su corazón frente a sus propios ojos,
tan fácilmente.
¡¡Cómetelo, cómetelo, cómetelo!!” 


Se colocó en cuclillas para poder sentir la piel pálida, mucho más que la propia, del coco, aún la tenía algo cálida, ¿quizá seguía con vida?, lo dudaba mucho pero aún quedaba algo en su interior que quería. Algo de Crocodile que seguramente nunca le había ofrecido enteramente -para su mal gusto- y que se llamaba corazón. Enterró con suma calma sus largos dedos en el pecho de aquel ser medio muerto pues, Croco-chan abrió sus ojos de golpe y soltó un gemido de dolor al sentir aquellos dedos hiriéndole, penetrándole a muerte, yendo más allá de su interior, hasta que rompió y atravesó su piel hasta sentir aquel órgano aún palpitante, lo sacó y observó con anhelo mientras el azabache veía su corazón fuera de su cuerpo, comprendiendo que era su final y viendo al rubio como sonreía ampliamente mientras lo presionaba ligeramente sabiendo que Crocodile le observaba, quería disfrutarlo... Quería saborearlo lentamente. Lo acarició con anhelo unos segundos más y luego lo engulló en su boca, mascándolo hasta deshacerlo en su paladar, tragándolo. Ahora el corazón de su querido le pertenecía para siempre y enteramente, para entonces el cuerpo de su -ahora- esposo estaba tirado, inerte. Sin vida.


Que quieto y tranquilo se miraba, como nunca antes que hasta ganas de follarlo le daban, hasta cansarse. Hasta quedar sin aliento.




“Nunca fue tan buena en la cama,
ni siquiera cuando dormía.
Ahora es tan perfecta,
nunca había estado tan jodidamente dentro.
Sigue, ¡¡Y sigue, y sigue!!” 




Y no se quedó quieto. Poseyó a su Croco-chan como nunca antes lo había hecho, ¿así era hacerlo con Crocodile cuando se dejaba hacer lo que quisiera?, era inimaginable, era... Espléndido. Sus ropas terminaron en el suelo, y las del azabache las iba sacando una a una, acariciando y mordiendo su piel mientras le embestía con fiereza, se sorprendió hasta donde podía llegar incluso ahora, cuando estaba vivo, no podía llegar tan profundo, se excitaba el sólo tenerlo a su merced, sin que pudiera decir o hacer algo, ¿Qué más podría pedir?, tenía todo lo que había deseado: Crocodile. Terminó en el interior de su wani, una y otra vez, se lo cogió hasta el cansancio, hasta que no pudo más. Hasta saciar su hambre de él.




 “Puedo mantenerte joven y bien conservada para siempre,
como una fuente emanando tu juventud cuando sea.” 




—Ah~ Croco-chan, eres mucho mejor follando ahora —miró al mencionado, sonriendo de oreja a oreja como siempre. Aún estaban desnudos por el recién acto salvaje por su parte—. Fufu~ Croco-chan estás sucio, déjame ayudarte honey~
Y comenzó a limpiar sus piernas con la punta de su lengua, hasta llegar al miembro inerte del ex-Shichibukai, incluso llegó a darle algunas traviesas mordidas antes de comenzar a vestirlo y dejarlo impecable como cuando entró, a diferencia que su vida le había sido arrebatada por ese demonio. Luego siguió él mismo, tomando sus abrigos también. Cargó al que ahora carecía de vida alguna al estilo nupcial y salió por una de las ventanas del restaurante; poco le importaba el regadero de sangre y semen que dejó en el lugar, ya se las arreglaría si decían algo aunque lo dudaba mucho, todo lo había preparado tan bien pero jamás creyó llegar a ese punto con Crocodile. No deseaba que fuese así pero, no hubo otra opción. Utilizó su Sora no Michi para usar hilos en las nubes (si las usaba, nadie vería al coco y eso le agradaba porque, ¿porqué debía mostrar a su más preciado tesoro a gente que no lo merecía?, el sólo pensarlo le hastiaba) y volver a Dressrosa pues ya no tenía sentido volver a la morada temporal de su esposo porque ya no tendrían que separarse, ya no tendría que alejarse de él, viviría con él y serían felices juntos por toda la eternidad. Cumpliría sus objetivos a lado de Crocodile. Entró por la ventana de su habitación y acostó el cadáver en su cama. Acarició la cicatriz que surcaba de lleno su rostro, sintiendo como su piel ya estaba helada. Se sentó en un sofá que estaba a un costado de la amplia cama, observaba al que antes era su amante, oh bueno, de no haberle sacado el corazón, jamás le habría aceptado por las buenas, ¿no?. Se burló aún cuando estaba siendo sincero como escasas veces pero no le odiaba ni le tenía resentimiento porque ahora le tenía y le había perdonado su burla; jamás envejecería ni le dejaría, lo demás no importaba.



El resto de los días los invirtió en embellecer aún más a Crocodile y primero empezó con las apuñalas que él mismo le había propinado, las cosió, limpió enteramente su cuerpo y le puso una pijama verde esmeralda que iba muy bien con sus ojos, aunque vana fue su idea de vestirlo pues a los minutos, lo tenía desnudo de nuevo, haciéndolo suyo con fiereza, como siempre lo hacía. Y es que el rubio podría hacerlo toda la noche, era una follada tan perfecta, no se movía, no se quejaba, no oponía resistencia; era tan perfecto que de sólo pensarlo se corría. Haciendo lo mismo cada mañana, cada tarde, cada noche. Jamás paraba su deseo sexual por él.




“Porque en realidad yo siempre supe que mi pequeño crimen sería frío,
es por eso que conseguí un calentador para tus muslos,
y yo sé, sé que no es tu hora, pero bye bye.” 




Permaneció acostado sobre el coco, descansando al término del sexo, aún cuando quería seguir y seguir, no pudo pues el cuerpo comenzaba a sentirse más y más frío, un olor repugnante comenzó a impregnarse en su cuerpo y eso al rubio no le agradó nada, se notó al momento en que torció su sonrisa con apatía. Se levantó desnudo y fue a encender la calefacción de la habitación, acostándose de vuelta a un lado del otro mientras encendía un habano y lo fumaba, plenamente.


Y no es que no estuviese dándole vueltas al asunto desde hacía un par de días, sabía que era un crimen, pero no cualquiera (al menos para él), incluso con todos los que había cometido, éste le remordía la conciencia. Era el mayor crimen para él que pudo cometer pero era tan necesario que, cuando pensaba que hubiese sucedido si no lo mataba en ese momento, dejaba de sentir ese pequeño remordimiento. Y él sabía que Crocodile aún quería ser Rey de los Piratas, que planeaba algo grande pero, ¿porqué no pensó en él un poquito?, era un egoísta y se burló de su persona, de no haber sido así, él seguiría con vida, pisoteó los sentimientos que tenía hacia él y por eso terminó así. Aún no era hora de partir para el coco pero no quedó otra opción, le acorraló y tuvo que hacerlo, no había vuelta atrás y no se arrepentía, nunca lo haría. Estaba tranquilo con aquella decisión. La mejor que pudo tomar en mucho tiempo.




“Y a buen entendedor, pocas palabras bastan,
cuando se apague el fuego creerás que se ha terminado,
aunque ésto apenas comienza.
Pero cariño, no llores.” 




—No llores, Croco-chan~ Yo cumpliré tu sueño, a tu lado. Ya nada nos separará.
Acarició los negros cabellos de su eterno amante con su sonrisa habitual mientras depositaba un beso en la cicatriz que cruzaba su nariz, justo ahí se lo dio.


Terminó el habano y lo dejó en el cenicero, humeando al continuar encendido hasta consumirse completamente mientras él seguía admirando al ex-Shichibukai, como si éste le mirara de igual forma. Acariciaba su garfio, su mano, el anillo que le obsequió como prueba de su "amor" y como propuesta de matrimonio, su pecho desnudo y cubierto de cicatrices -algunas causa de él mismo-, su rostro. Todo le volvía loco de él.


Tardó como una hora en caer en brazos de Morfeo, sin darse cuenta en que momento ocurrió eso. Se quedó boca-abajo en su lado de la cama mientras uno de sus brazos rodeaba la cintura del cadáver; no vaya a ser que alguien se lo llevara lejos; y seguro estaba teniendo un excelente sueño porque aquella tremenda sonrisa en sus labios nadie se la quitaba, quizá, era la primera vez en mucho tiempo, en el que se sentía tan completo, que sonreía de aquella forma, porque desde siempre había deseado ese día, en el que Crocodile fuera completamente suyo. Pero bien saben que todo lo que Doflamingo desea, lo obtiene. Y ésta vez no fue la excepción.


Y así pasaron varios días más, algunas semanas más. Doflamingo no dejaba de mostrarle su amor todos los días, en la mañana, por la tarde y por la noche. En ocasiones también habían postres, entre cada comida; parecían conejos por toda la habitación teniendo sexo. El rubio estaba más emocionado de lo normal y lo celebraba dándole amor a su wani.




“Tenías mi corazón al menos la mayor parte,
porque todo el mundo debe morir en algún momento,
fracasamos, comencemos de nuevo.
Porque todo el mundo tiene que morir en algún momento, sí, sí.
Pero cariño, no llores...” 




Al amanecer, siempre era primero en despertar; le resultaba extraño ya que Crocodile era el que terminaba siempre levantándose primero, pero no importaba. Recibió con un beso de buenos días a su lagarto. Entonces se levantó, se vistió y salió de su habitación, canturreando se dirigió a por el desayuno. Sabía que ahora su wani ya no podría comer, tampoco necesitaba ir al W.C. ni a ningún otro lado innecesario y tampoco dejaría que nadie más que él le viese o tocase. No tardó mucho en volver a la habitación pues decidió desayunar con su peli-negro, aunque éste no necesitara ya nada en aquel estado.
—Ya vine, querido~
Dijo con un tono algo melodioso mientras dejaba la charola de plata en una pequeña mesa, cerca de una de las ventanas, y se sentaba en una de las sillas que correspondía a ésta; comenzó a comer. Disfrutaba de su comida, mirando ocasionalmente al que yacía eternamente dormido en su cama, ¿cuántas veces había deseado despertar así?, y por fin lo había conseguido.



Porque Doflamingo le amaba. No supo en que momento comenzó a despertar ese tipo de sentimientos hacia el azabache pero, sólo él, demostraría ese amor por alguien de tal manera; no era la primera vez aunque era un diferente tipo de amor, claro. Haciéndole suyo a toda costa, incluso si fuese a costa de la propia vida de su enamorado. Y sabía mejor que nadie que no tenía la culpa de nada pues al final, todos morirán en algún momento así que, ¿qué más daba acelerar un poco el proceso?. Todo fue con un buen fin ya que para el rubio era injusto que Crocodile tuviese su corazón y él no tuviese el suyo, pero al fin lo había conseguido y lo tendría por siempre.


Incluso después de la muerte. Se amarían.  




“Ahora, aparecen posibilidades que nunca había considerado,
me encuentro el apoyo de aquellos de quienes nunca había oído hablar.
Ahora, un alma enojada regresa del más allá de la tumba,
para recuperar el cuerpo con el que me he portado mal.” 




Terminó en silencio su desayuno, aunque antes estaba hable y hable sobre lo que harían en su "luna de miel" como burla. Sabía de antemano que, Crocodile ya no le diría nada más, y entonces se levantó para quedar más cerca de éste, medio encorvado. Cual fue su sorpresa cuando creyó ver que el coco hacía un pequeño movimiento con uno de sus dedos, ¿estaba alucinando?, seguro era la emoción de tenerle cerca, sí, ¿qué más si no?, porque hasta donde él sabía, los muertos no volvían a la vida aunque bueno, con una Akuma no mi... Ahora que lo pensaba bien, en los Piratas de Mugiwara había uno que volvió a la vida o algo así. Igual, ya vería bien eso cuando tuviese tiempo libre.


Ahora importaba Croco-chan.  Se inclinó un poco para ver mejor el cadáver de su amante, levantando una ceja, como esperando alguna respuesta. Y entonces lo vio. Vio como el cuerpo comenzaba a agrietarse y su color pálido se acentuaba aún más, se le hizo extraño pues un cadáver jamás haría algo así. Aunque no entendía nada de lo que pasaba, estaba sumamente tranquilo, nada le arruinaría su buen humor de esa mañana así que se tomó del mentón y comenzó a examinarlo mejor con la mirada, incluso le abrió un ojo con dos de sus dedos y notando que su esclerótica estaba de un color más como hueso que blanco.


Soltó los párpados de su querido y entonces se giró para ir al baño por agua y una toalla, ¿requeriría más limpieza de la normal?, juju~ Quizá podría bañarlo mientras se lo tiraba en la regadera. Regresó del baño con una sonrisota ante aquel pensamiento y se sentó en el borde de la mesa de centro, para así decirle lo que harían.
—Oi~ Croco-chan~ —le llamó—, vamos a tomar juntos la ducha, ¿que dices~?.
Miró con picardía a su inerte coco mientras reía con diversión.

—¿Y si mejor jugamos?.
Y Crocodile abrió sus ojos tras pronunciar aquello con una voz lúgubre.

Doflamingo no se creía lo que estaba viendo, ¿en qué momento había dejado de reír y joder?, ¿desde cuando no podía dejar de apartar su mirada de la del otro, que se supone estaba muerto?, no lo sabía, había perdido la noción del tiempo en el momento en que la voz de su amor entró por sus oídos. Crocodile, no hizo por ponerse en pie, más sin en cambio su cuerpo pasó a ser arena, cayendo al suelo de azotón y así volver a la normalidad. Su mirada estaba como perdida aunque ésto duró muy poco al dibujar una sonrisa escalofriante.




“Sonriendo de oreja a oreja,
riéndose de si misma hasta casi llorar.” 




De aquella sonrisa, le siguió una risa, su ya tan conocida risa.
—Ku ha ha ha ha ha ha ha ha ha ha.

Reía sin parar; ¿cómo terminó así?, ultrajado incluso después de muerto, no podía evitar reírse de sí mismo, de como había terminado de aquella forma. Parecía que había vuelto a la vida pero no era así, pues su piel ahora estaba más pálida y sus ojos carecieran de pupila. Sólo era el deseo de venganza. Lo que decían un "regreso de ultra-tumba". Y es que tanta fue la humillación de Crocodile el que el rubio le hubiese matado de aquella manera tan simple y fácil, y ya no habría vuelta atrás, entonces, al menos se lo llevaría con él. Total no estaba muy lejos lo que él sentía por Doflamingo. Aún lo sentía. Tremenda sonrisota tenía el azabache mientras se acercaba al mingo, el cual estaba sorprendido, extrañado. Incluso por la sorpresa, había tirado el agua y la toalla, haciendo que retrocediera unos cuantos pasos más, sin perderle de vista. Crocodile por su parte, había cesado de reír pero no borraba la sonrisa en sus labios, sin dejar de fijar su atención en el rubio. Esto iba mal, y lo sabía Doflamingo, sabía que por algo estaba pasando eso, quizá, hizo algo malo pero todo lo había hecho por el futuro de los dos. No tenía culpa de nada. Jamás se arrepentiría. Entonces ahora, probaría hablándole, a ver que mierda pasaba.
—¡Croco-chan~! Te ves inmensamente feliz el día de hoy. Dime, ¿acaso también estás feliz porque ahora podremos estar juntos siempre?♥~

Hacía una de sus características y raras poses, sonriendo con astucia.  Crocodile sólo soltó unas pequeñas y suaves risillas, ampliando aún más su sonrisa de oreja a oreja. Y entonces se lanzó contra el rubio, aunque éste no alcanzó a reaccionar del todo, alcanzó a dar un largo paso hacia atrás, cual fue su error que, justo detrás estaba un pequeño sofá individual y tropezó, cayendo de espaldas y de lleno al suelo. Se quejó por el golpe, no de dolor, fue más de enojo, mientras se agarraba la cabeza.
—Tsk, ¿que mierda?.   




“Debí haberlo apuñalado unas cincuenta jodidas veces,
¡No puedo creerlo!.
Rasgué su corazón frente a sus propios ojos,
tan fácilmente.
¡¡Cómetelo, cómetelo, cómetelo!!” 




Crocodile no le dio tiempo a Doflamingo de reaccionar pues nada más le vio en el suelo y aprovechó para apresarlo contra el suelo. Levantó hacia el techo el brazo izquierdo, en el que tenía el garfio en lugar de mano, y lo bajó con fuerza, enterrando de lleno el extremo puntiagudo y curvado del en la boca del estómago del rubio. Éste sólo quedó boqui-abierto, ¿quién diría que ahora sería él el apuñalado?. Sonrió con ironía aunque el azabache no le dio tiempo de continuar así, pues los puñales seguían, uno tras otro. A diferencia de Doflamingo, Crocodile no parecía cansado de apuñalarle más de cincuenta veces, ¿acaso no era suficiente?.  No, no lo era.  Y sabía que lo peor estaba viniendo, ésto apenas comenzaba. Estaba sintiendo como se desangraba, aquellas heridas habían sido sin duda profundas y la sangre no paraba de fluir. El azabache acercó su rostro al ajeno, sonriendo aún. Retiró los lentes oscuros del otro y, mientras hacía que el rubio le mirara con sus ojos algo abiertos de más y sin poder moverse. Usó ésta vez su mano para sacar su corazón, rasgándolo en el transcurso del viaje hacia el exterior, el rubio escupió sangre por ello, jadeante, y al borde de la muerte.


Crocodile engulló el corazón del rubio en su boca y lo comió tal como un caníbal desesperado. A cada mordisco, esparcía sangre por el suelo de la habitación y sobre el rubio que hacía unos segundos había dejado de respirar. Estaba muerto, así como Crocodile había muerto hace unos días. Sus ojos permanecieron abiertos, los cuales habían observado hasta el primer mordisco que su Croco-chan le había dado a su corazón, cosa que le hizo sonreír.




“(Cómete esa mierda)
Ahora que ya está hecho me doy cuenta de mi error,
debo aventurarme a pedir perdón desde algún lugar más allá de la tumba.
Debo compensar lo que he hecho, porque yo estaba en un pedacito de cielo
mientras tú ardías en el Infierno, sin paz por siempre.” 




Crocodile había terminado de comer aquel corazón que ahora, enteramente, le pertenecía. También lo había deseado, ¿porqué se había reído de su propuesta de matrimonio?, porque simplemente creyó que era una broma de mal gusto por parte del rubio y cual fue su sorpresa que era cierta, hasta que éste ya le había asesinado sin siquiera dejarle decir alguna palabra.


Y el rubio mientras tanto, sentía que su cuerpo estaba completamente frío, ya casi no sentía sus extremidades y lo sentía distante, no podía moverse, ¿acaso estaba muriendo?, era lo más probable, lo último que podía recordar era a su Croco-chan comiéndose su corazón y luego... Luego fue todo negro; había perdido ya la poca consciencia que le quedaba. No supo nada después pero cuando despertó, estaba en un lugar sin vida, parecía una Isla desierta, casi parecida a Punk Hazard, llena de desastres y fuego por doquier, pero, aquí había algo raro además del aura que rodeaba al lugar, cementerios con cuerpos a medio enterrar, algunas tumbas tenían desenterradas las manos de los cuerpos que yacían debajo y también habían extremidades de cadáveres regadas por la tierra; seguro no sabían bien como se enterraba alguien. Crocodile los hubiese enterrado perfectamente en una arena movediza. Viajó sus ojos alrededor, esperando encontrar algo pero no había gente, sólo notaba a lo lejos algunos esqueletos platicar bien quitados de la pena, como si fuese una reunión de humanos, y habían otros que cantaban y tocaban algunos instrumentos como el piano, la guitarra, la trompeta, el violín y de más. Era como una orquesta de esqueletos. Casi se le cae la boca por aquella imagen, ¿estaba soñando?.


—¿Pero que mierd...?
Creyó estar quedando loco cuando sintió una estocada en su pecho. ¿Qué hacía ahí?, ¿acaso era el infierno, donde Crocodile había estado todo el tiempo?, no, no podía ser. Sus labios morenos se fruncieron con cierta culpa; ahora miraba las cosas de otra manera, y no podía culpar a Crocodile de su venganza, más bien le atribuía el mérito.  Sonrió con ironía mientras cerraba sus ojos, había sido un completo idiota, no había pensado en lo que pasaría luego de la muerte.
—Discúlpame.
Se sinceró. Quizá no serviría de nada una disculpa ya a esas alturas, pero al menos se quitaría de encima el peso de querer decirlo, no quedaría con el "¿Y sí...?", porque no era su estilo. Crocodile estaba frente a él; ni cuenta se dió cuando apareció pero había escuchado perfectamente su disculpa. Estaba pensándoselo, no sabía realmente si debería perdonarle pues el haberle amado en vida -y aún- le hacía titubear, algo que en vida consideró debilidad.


El mingo supo entonces que mientras él se la pasaba de lo mejor en vida, el coco no dejó de sufrir en el infierno, quemándose, sufriendo, penando, ¿qué más habría sufrido allá abajo donde ahora él estaba?, de sólo pensarlo el remordimiento aumentaba.




“Porque en realidad yo siempre supe que mi pequeño crimen sería frío,
es por eso que conseguí un calentador para tus muslos,
y yo sé, sé que no es tu hora,
pero bye bye.

Y a buen entendedor, pocas palabras bastan,
cuando se apague el fuego creerás que se ha terminado,
aunque ésto apenas comienza.
Pero cariño, no llores.” 




Sabía que lo que hizo no estuvo nada bien, lo hizo en un impulso de ira a causa de la reacción del coco ante su propuesta. Tampoco se puso a pensar que seguramente él había creído que era una broma y por eso reaccionó así pero ya no importaba, porque ya todo estaba hecho y no había marcha atrás, con arrepentirse y lamentarse no ganaría nada, además que no lo ayudaría en nada.  Estaba muerto, sí, pero también lo estaba Crocodile y lo tenía justo enfrente así que podría redimirse.




“Tenías mi corazón al menos la mayor parte,
porque todo el mundo debe morir en algún momento,
fracasamos, comencemos de nuevo.
Porque todo el mundo tiene que morir en algún momento, sí, sí.
Pero cariño, no llores...” 




Ahora Crocodile también tenía su corazón; sonrió divertido ante aquello, recordando como pensó "Incluso después de la muerte", ¿acaso pasó una estrella fugaz en aquel momento?, ¿o por fin los más altos le ayudaban a no separarse de su coco?. No lloraría por estar en aquella situación, más bien le producía curiosidad y felicidad, porque aunque Crocodile le odiara incluso en el infierno, sabía como evadirlo. Más podría llorar de alegría porque incluso en muerte estarían juntos, como siempre lo había querido.


Y como dijo, sólo se aceleró el proceso porque, al fin y al cabo, moriría en algún momento. Bajó su mirada al otro Pirata, la cual también carecía de pupila, incluso su piel, aunque seguía morena, se le veía de un tono grisáceo, mientras cambiaba su postura a una en cuclillas, apoyando sus brazos en sus rodillas, sin dejar de mirarle. Y a pesar de la situación, no pudo evitar enloquecer un momento por dentro, ¡Cuánto había extrañado la voz de su Croco-chan!, realmente había anhelado escucharle de nuevo, aunque fuese sólo una vez pero no, aquí estaba, escuchándole una y otra vez, aunque no habían entablado una conversación decente pues, la situación no lo había permitido así que, ahora que se habían calmado un poco las cosas con Crocodile, entonces, uno de ellos decidió romper el silencio.



“¿Qué harás tú?”. —el azabache lo miraba con aires de desprecio.
“Sufriré durante mucho tiempo.” —comenzó el mingo casi en un susurro.
“No lo suficiente.”
El rubio casi sentía venir su condena. Notaba el odio en la voz de su azabache. —“Para compensártelo...”
“Rezo a Dios por que lo hagas.”
“Haré lo que sea que quieras que haga.” —inclinó ligeramente su cabeza a un costado, cerrando por un momento sus ojos, eso hasta que lo escuchó responder.
“Bueno, te garantizaré una oportunidad.” —el peli-negro levantó su índice, dándole a entender que sólo sería una, no más. Eso le sorprendió al rubio, no creyó que en verdad le brindaría alguna.
“Y si no es suficiente...” —murmuró el flamenco.
“Si no es suficiente, si no es suficiente...” —arrastró la voz mientras se pensaba mejor el castigo del mingo.
“Si no es suficiente”
“No es suficiente.” —sentenció.
“Intentaré de nuevo.” —continuó.
“Intenta de nuevo.” —le ordenó.
“Y otra vez” —se le veía decidido. Ni quien lo parara entonces.
“Y otra vez.” —Crocodile sonrió de lado.
“¡Una y otra vez!” —exclamó el Shichibukai con aquella sonrisa de oreja a oreja.



Y tras aquello, Crocodile depositó un beso en los labios de su cadáver amado, el cual fue correspondido superficialmente por éste aunque no quitaba las ganas que tenía ahora de poseerlo. En eso consistiría su acuerdo entonces, supuso el mingo que sería algo como "comenzar de nuevo" y ser felices en lo que resta de su muerte eterna. Tuvieron sus complicaciones pero ya estaban juntos, ¿no?. El mingo abrazó posesivo al coco y le robó un beso bestial, ansioso y con urgencia, al cual el azabache no opuso resistencia o queja alguna, aunque claro, sólo porque era el primero en mucho tiempo. Al menos para ellos era mucho unos pocos días.


Doflamingo quería continuar pero Crocodile se lo impidió, le dijo que eso tendría que ser después. Ahora debían hacer algo que dejaron inconcluso hace un tiempo. Eso sólo ayudó a dejar un rubio muy intrigado pues no comprendió qué quiso decir con aquello.




“Estamos regresando, regresando,
viviremos por siempre, vivir por siempre.” 




Al no comprender -más bien no recordar qué- a lo que Croco-chan se refería, levantó una ceja y sonrió ampliamente; igual seguro era algo bueno lo que tenían pendiente, fuese lo que fuese, estaba bien, además que esperaría pacientemente para tener sexo de muerte con su coco tsundere. Caminó a un lado del azabache que fumaba un habano, ¿a qué hora lo había prendido?, ni cuenta se dio; rió por lo bajo, mirando a su alrededor.
—Pero que lugar tan espeluznante~ No es de mi agrado, fufufu~
—¿Esperabas que el Infierno fuera rosa?.
—Sí~
—Idiota.
Amplió su sonrisa y el azabache que le miraba de re-ojo, sólo sonrió disimuladamente; serían completos pendejos si negaran el hecho de que extrañaban el estar así, peleando por estúpidas nimiedades. ¿Qué importaba si era en otra vida?, ¿si era en la muerte?, igual vivirían por siempre y se tenían para joder toda la muerte. Lo que sí le ponía molesto era que todos sus objetivos se fueron al caño; ya harían algo con eso después, total, no se dejaban suprimir por nadie, así fuese el mismísimo Diablo -él mingo no estaba lejos de serlo-.


El hombre arena se detuvo, por lo que el rubio hizo lo mismo; el primero, abrió una puerta y entró por ésta, siendo seguido por el mingo. No podía decir que era salir o entrar, aunque parecía más lo último pues parecía el mundo humano, más bien, de los no-muertos. Ambos se miraron y sonrieron con amplitud. No sabía de qué iba, pero presentía que todo se pondría excelentemente divertido y relamió sus labios con impaciencia.




“Vamos a tener una boda, tener una boda,
empecemos la matanza, empezar la matanza.
(Jodida perra)” 




Habían entrado al mundo de los no-muertos por alguna puerta que estaba cerca de una iglesia, ¿era una broma? ¿para que...?.


Se detuvo luego de darse cuenta y se tomó el mentón, se sentía como un retrasado por primera vez en su vida, ¿¡Porqué no lo había pensado antes!?, ¡estaba claro!, Croco-chan se quería casar con él, ¡ese era el momento que ambos esperaban!. Y se olvidó que debía caminar, se quedó pensando, ¿cómo se vería su wani en vestido de novia?; casi babeó al imaginárselo en vestido, velo y zapatillas, hasta el pequeño Doffy despertó de la emoción aunque sólo canturreaba vulgaridades realmente audibles mientras tanto.


—Oi, pajaro pervertido.
Ya estaba el azabache, amenazándole con la mirada. Conocía perfectamente al rubio, y bien sabía que ya estaba teniendo fantasías con su persona, y bueno, ¿él quién mierda se creía para hacer eso?, después de todo siempre terminaría con el poco orgullo herido que le pertenecía y no quería terminar dando a ver que es un maldito pasivo de mierda como esos mocosos que parecen perras.
— Si tienes tiempo para imaginar estupideces, ¿porqué no mueves el culo? —se cruzó de brazos y rodó los ojos hasta la iglesia, sonriendo con diversión—, hay invitados.


Por su parte, el rubio se volvió a humedecer los labios con su lengua, en otro acto de impaciencia. E inmediatamente, ambos se dirigieron allá; Crocodile levitando pues la mitad de su cuerpo (de cintura hacia abajo) se convirtió en arena y Doflamingo, pues él iba caminando, encorvado, con una sonrisa más grande que la del gato Cheshire. Entraron a la iglesia y comenzó la matanza. Salpicadero de sangre, sesos por doquier, lanzadera de miembros y extremidades de seres humanos, de gente viva. Crocodile y Doflamingo se habían encargado de todos en un santiamén. El azabache con enormes estacas de arena que además de enterrarse en los cuerpos de las personas aún vivas, llegaban a arrancar sus extremidades de forma grotesca. Y el rubio usó sus hilos; la habilidad de su Ito-Ito no mi. Finalmente, ambos soltaron la cabeza de los que celebraban su boda esa desafortunada noche mientras relamían sus labios con deseo; el Pastor fue reemplazado por uno del infierno, un muerto, ambos permanecían parados frente a éste. Esperando que diera comienzo su celebración.  Varias criaturas del infierno asistieron esa noche; no todos los siglos se celebraba alguna y estaban todos emocionados comiendo órganos frescos.



“¿Aceptas a este hombre en la muerte por el resto de tu antinatural vida?.” —comenzó el Pastor; porque éste pastor iba al grano, no se andaba con tantas mamadas dando su pinche biblia.
“Sí, acepto.” —el azabache observaba al rubio que estaba frente a él.
“¿Aceptas a esta mujer en la muerte por el resto de tu antinatural vida?.” —se dirigió al rubio ésta vez. El azabache fuminó con la mirada al Padre por referirse a él como una mujer.
“Acepto.” —dijo simplemente pero con seguridad; estaba relajado con una sonrisa no tan amplia como siempre; estaba más sereno y serio como nunca antes.
“Yo los declaro...” 



No perdieron el tiempo para sellar el pacto con un beso deseoso y pequeño -demasiado para el gusto de cierto rubio-.




“Porque en realidad yo siempre supe que mi pequeño crimen sería frío,
es por eso que conseguí un calentador para tus muslos,
y yo sé, sé que no es tu hora,
pero bye bye.

Y a buen entendedor, pocas palabras bastan,
cuando se apague el fuego creerás que se ha terminado,
aunque ésto apenas comienza.
Pero cariño, no llores.

Tenías mi corazón al menos la mayor parte,
porque todo el mundo debe morir en algún momento,
fracasamos, comencemos de nuevo.
Porque todo el mundo tiene que morir en algún momento, sí, sí.
Pero cariño, no llores...” 



Luego de unirse por el resto de sus antinaturales vidas, comenzó la fiesta. Porque claro, en el Infierno hacían celebraciones, y una boda, amores, no son la excepción aunque quizá esa fue la primera en varios siglos.



Bebieron, follaron, unos se drogaron, follaron drogándose, otros comieron un exquisito banquete de vivos; les encantaban mientras los recién casados se tomaban fotos con expresiones dignas de un no-vivo; fingiendo morder su cerebro, gusanos saliendo por sus oídos, incluso bebieron algo del mismo vaso, algo que contenía ojos hasta el fondo aunque realmente estaba delicioso.  Todo había sido una excelente fiesta, el infierno no era tan malo después de todo, pero siempre nos plantean el que está bien y el qué está mal, pero no saben que, aunque uno se deteriore, lo bueno siempre estará mal pero lo malo nunca estará bien.  Incluso hubo banda sonora, cortesía de la orquesta de esqueletos que tocaban para nada mal. Todos terminaron ebrios, algunos tirados, en el suelo por doquier. Y ciertas personitas ya estaban pensando en irse a... "Dormir"; miradas y gestos insinuantes por parte del rubio amenazaban al azabache, ¿porqué no era más disimulado?, aún quedaban algunos invitados y eso le avergonzaba mucho más que cuando estaban solos. Al parecer no había cambiado ni estando muerto. No le quedó más remedio que ponerse de pie e irse a despedir a los que fueron a su boda pues se la pasó tan bien que comenzaba a encariñarse con los muertos; y ellos por su parte, se irían a algún lugar desolado y empezar a disfrutar su muerte al máximo. El rubio, al ver que tardaba tanto -quizá llevaba unos 5 minutos- el azabache, fue a quitarlo de las garras de aquellos que celebraron su unión; seguro planeaban robárselo, ¡Luego de tanto...!, no lo permitiría. Aunque Crocodile se extrañó por su acción, simplemente se dejó llevar, sonriendo ligeramente pero sincero; Crocodile y Doflamingo tenían un lado humano después de todo. Siguieron derecho, sin alguna dirección fija; no es como si tuvieran una casa en aquel, su nuevo hogar, así que tendrían que dormir sin un techo, aunque a estas alturas no le importaba nada, sólo quería estar con el rubio, pasar una buena "luna de miel", y sabía que el rubio quería lo mismo y que estaría ideando cosas raras. Cruzaron un bosque y decidieron quedarse ahí; parecía estar desolado y eso era bueno, al azabache le encantaba no estar rodeado de criaturas cuando estaba fuera de negocios o fuera de las fiestas. El wani se quitó su abrigo y lo acomodó en el suelo, donde estuviese más regular, más liso, lo que era casi imposible por lo que bufó, ¿no sería más fácil volver a casa y disfrutar ahí de su luna de miel?, pero no, no tenían permiso para salir más, luego de su regreso de la iglesia, se los advirtieron a todos. El rubio no perdió el tiempo y se fue acercando con travesura al peli-negro, el cual comenzó a mirarlo, sonriendo con deje coqueto, para provocarle más; eso al mingo le volvía loco. Le ponía más cachondo que su Croco-chan le coqueteara, le provocara, ¿cuántas veces no le había castigado por hacerle impacientar en segundos?, pero allí estaba el wani, haciendo gestos provocadores, claro, sin perder su elegancia, su masculinidad. Esa era una de las tantas cosas que más le atraía al menor.


Y demasiado difícil le resultaba el tener que no violarlo de una vez por todas pero debía ser paciente, lo torturaría hasta que le rogara por más y más hasta quedar sin aliento. Dejó caer su abrigo emplumado color rosa, justo a un lado del negro con algo de emplumado en el cuello color esmeralda que pertenecía al hombre azabache que estaba sentado sobre el mismo, dando por finalizada la tarea de provocarlo. Y se hincó frente a él, haciendo que se hiciera ligeramente hacia atrás; el rubio quería presionarle y presionarle, hasta que le pidiera que lo tomara, que se lo cojiera. Crocodile, en un suave movimiento, se retiró hacia atrás al notar que el rubio se estaba acercando para besarle y no es que no quisiera, sólo quería molestarlo un poco más, estaba bien que fuera una ocasión especial y no se opondría pero que no exagerara, ya mucho estaba haciendo con no insultarle, patearle los huevos o golpearlo, así que podía desquitarse de aquel modo. Pero el rubio fue ágil y atrapó su labio superior con sus dientes propios, mordiendo con fuerza pero sin llegar a hacerle sangrar, y entonces no le quedó más remedio que acceder a aquel tan deseoso y lujurioso beso que tanto como él lo deseaba. Salvaje como siempre pero con anhelo, con deseo. Sus manos inquietas y traviesas -así como las de un niño-, subieron por el cuerpo más pequeño, primero delineándole con cierta delicadeza, y luego, apegándole ferozmente a su propio cuerpo, fácilmente al estar sobre él, rozando sus hombrías una con la otra; a Crocodile jamás dejaba de sorprenderle el tamaño de esa cosa, siempre pensó que no era normal. Gemidos fueron los que abandonaron la boca del wani, haciéndole estremecer también la repentina acción del menor; no le dio tiempo a controlar su tremenda boca, y de aquel, le siguieron más pues ahora Doflamingo tras sacarle las ropas con maestría, le mordisqueaba los pezones mientras mordía uno, pellizcaba el otro y así se alternaba; luego de ésto, bajó por entre su pecho y abdomen, dejando un caminillo de saliva con la punta de su lengua, repartiendo mordidas por todo su abdomen y así finalizando sus juegos, comenzó a desvestirse también, lamiéndose uno de sus dedos mientras tanto, mirando con lujuria al azabache que mantenía un ojo cerrado y algo de saliva escurría por su boca; ese maldito... Le agarró en plena curva y no pudo controlarse ni un poquito.


Al quedar completamente desnudo, subió y acercó su virilidad hasta el rostro del wani, obligándolo a que lo engullera todo dentro de su boca, lo cual no hizo por gusto si no por obligación del rubio, casi le hacía trozos la garganta, ¿creía que tenía una coctelera o qué?; ya se vengaría del méndigo desgraciado. Comenzó un vaivén una vez dentro todo el miembro en su boca, metiendo y sacando constantemente y con rapidez -compás marcado por el rubio que no se compadecía ni un poco- el miembro del moreno, el cual soltaba jadeos placenteros; lo hacía jodidamente bien, y ya no pudo esperar un segundo más. Sacó su miembro de la boca del coco y se acomodó entre sus piernas; lo haría suyo de una vez por todas, por lo que, por parte del coco, miraba al mingo con recelo, sabiendo que no sería nada amable con su trasero; suspiró y dejó caer sus brazos al suelo, resignado, paralelos a su cuerpo mientras esperaba el momento de la penetración salvaje, que por cierto, no tardó. Doflamingo lo tomó con firmeza de las caderas y lo embistió de golpe; gimió menos audible que el otro, aunque éste por el dolor. Poco a poco se acostumbró al intruso en su trasero, y el rubio lo notó; no había dejado de darle besos y mordidas en el cuello, para que dejara de pensar en el dolor y se acostumbrara, lo cual nada más logró, y comenzó a moverse a un ritmo normal pero que no duro mucho tiempo pues se sentía tan jodidamente bien que no sacaría a su "amiguito" hasta el amanecer.


Los gemidos de placer, y las súplicas en susurros se perdían por el exceso de jadeos mientras las salvajes embestidas iban en aumento, más profundas y rápidas, más fieras. El peli-negro no podía dejar de gemir ni de observar los gestos del rubio, extasiados de placer y culminando en el clímax, llegando a ese punto sensible en el interior de Crocodile que  los enloquecía a ambos. Se corrió de lleno en su interior al sentir el fuerte apretón en su miembro con la entrada ajena, y el mayor se estremeció en el momento en que sintió la tibia esencia del moreno, haciéndole gemir ronco, prolongado y más bajo. El rubio no fue la excepción, un gemido ronco -algo sonoro- abandonó su boca, exhalando después prolongadamente, tirándose sobre el otro. Ni ganas de quejarse le dieron al coco.

Terminaron exhaustos que ni un segundo round podían tirarse así que con decepción -el rubio, más que nada-, se durmieron. Sus cuerpos en descomposición eran algo frágiles, a veces se caían les caían las extremidades.


Y sólo esa fue la primera noche de tantas que les quedaban en su antinatural y eterna vida.







NekoTime: Bueno, sólo espero que les haya gustado. :v Y pues, disfrútenlo y eso. Acepto críticas constructivas, no insultos. Abstengance de comentar mamadas porque no respondo. xd Me pongo bien Lokis(???). Ahí si quieren algún fic lo pueden seguir, luego subiré una lista de las parejas que me gustan porque, si la pareja no me gusta, está claro que jamás podré escribir un fic. x'DDD Soy algo especial en ello, no soy de escribir pero cuando me dan ganas hago de sólo las parejas que me gustan. Bueno, es todo.

¡Neko out~!




By; Neko Cifer.